Desde el Balcón de Lucía
“A veces ser mujer se siente como un castigo.
Como si la vida viniera con espinas solo por nacer en flor.”
Hoy me levanté rota.
No como metáfora.
Rota de verdad.
Con el llanto saliéndome por dentro, como si mi cuerpo ya no pudiera contener tanto.
Hay días en que ser mujer se siente como una tortura silenciosa.
Una broma cruel que nadie se atreve a nombrar.
Una condena heredada.
Nos quieren usables.
Desechables.
Nos reducen a lo que les sirva: el cuerpo, la sonrisa, la obediencia.
Nos miden por cuánto soportamos, cuánto cobramos, cuánto callamos.
Y todo eso… está normalizado.
Esa es la palabra que más duele.
Normalizado.
La violencia no siempre viene con gritos.
A veces llega disfrazada de contrato.
De mirada.
De silencio en una sala llena de hombres que deciden por ti.
Y duele.
Duele saber que aún después de todo lo que hemos dicho, gritado, escrito,
el mundo sigue encontrando formas de decirnos que valemos menos.
Hoy no tengo ganas de resistir.
No tengo palabras bonitas.
No quiero ser fuerte.
Solo quiero existir sin miedo, sin vergüenza, sin tener que justificar cada rincón de mi ser.
Pero incluso desde el suelo, con el corazón hecho trizas, sé algo:
No estoy sola.
Hay otras como yo.
Como tú.
Que también han llorado así, en silencio o a gritos.
Que también se han sentido culpables por estar vivas, por estar bellas, por estar tristes.
Y si estas palabras llegan a una de ellas…
Si una sola se siente menos sola por leerme,
entonces mi llanto de hoy no fue en vano.
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