Desde el balcĂłn de LucĂa
Eduardo Galeano escribió que “las venas de América Latina están abiertas para que otros se beban su sangre”. Y medio siglo después, esas venas no se han cerrado: siguen abiertas, siguen sangrando, y Puerto Rico es hoy una herida más en ese cuerpo saqueado.
Nos dicen que las bases militares son para “defendernos del narcotráfico en el Caribe”. Mentira. La droga no entra por aquĂ: entra por el PacĂfico. Lo que buscan es petrĂłleo en Venezuela, coltán en Colombia, litio en Bolivia, oro en el sur… y un puerto seguro para su maquinaria de guerra. Ese puerto es Puerto Rico.
Trump lo sabe y lo usa. Jennifer lo calla y lo aplaude. Ambos son el rostro arrogante de un imperio que se ofende cuando alguien cuestiona su poder. Dragones flácidos, gritando contra los pueblos que menos tienen, mientras protegen la lista de millonarios y criminales de Epstein, en la que también figuran.
Puerto Rico no solo ha sido saqueado con leyes como la 20/22 que entregan nuestra tierra a foráneos; ahora nos colocan como punta de lanza para un saqueo mayor: el de toda AmĂ©rica Latina. Somos laboratorio, vitrina, botĂn.
Pero aquĂ estamos, con memoria.
Porque Galeano también nos enseñó que “la memoria arde cuando nos quitan la dignidad”. Y hoy arde el Caribe entero, arde Puerto Rico, arde nuestra voz que se niega a ser colonia eterna.
Las venas siguen abiertas, sĂ.
Pero también late en ellas un fuego que no se apaga.
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