Columna XXVIII Cuando la hipocresĂ­a usa un mapa: Puerto Rico, Caribe y la maquinaria del saqueo

Desde el Balcon de Lucia

La indignación tiene memoria. Y esa memoria me obliga a hablar: mientras la comunidad internacional discute crímenes con nombres y responsabilidades, en otras latitudes la maquinaria de guerra sigue su cartografía. Se nos presenta un viejo guion con nueva puesta en escena: se señala al sur como amenaza, se muestran imágenes de miedo —y mientras tanto— el verdadero objetivo está escrito en mapas de recursos y de posición estratégica.

No es ingenuidad decir que el poder arma excusas. Nombran “narcoterrorismo”, “seguridad hemisférica”, “estabilidad regional”. Y sin mayores pruebas, sin mandato claro, pretenden convertirnos en plataforma de operaciones, mientras nos recortan fondos para educación, salud y energía renovable; mientras nos venden la idea de que el “protector” viene a salvarnos, cuando en realidad viene a asegurarse acceso a lo que vale dinero: el control territorial, la infraestructura, los recursos.

El gaslighting geopolítico tiene nombres y rostros: se ofenden por las preguntas, aplican la sonrisa institucional y, sin embargo, guardan sus agendas en bolsillos llenos de intereses. Usan la religión para dividir, la economía para comprar y el miedo para legitimar. Nos colocan en el tablero como peones: bases, espacios logísticos, ventanillas de acceso. Puerto Rico —colonia sin soberanía plena— termina convertido en botín y vitrina, una punta avanzada de un plan que mira al sur: Venezuela, los campos petroleros; los cerros del sur con sus minerales; las rutas comerciales que valen más que vidas.

Pero la historia nos enseñó una cosa: la memoria no se domestica. De Vieques aprendimos que la resistencia es persistente. De nuestras abuelas aprendimos que el cuidado es política. No podemos dejar que la discusión se reduzca a titulares que nos anestesian. Es momento de reconectar con los hermanos del sur y del Caribe: articular denuncia, compartir evidencia, construir redes de solidaridad científica, legal y cultural.

Que no nos gane la postura de rodillas. Que no nos convenzan con banderas que no son las nuestras ni con himnos que no escuchamos. Si reclaman “seguridad”, exijamos transparencia, control civil, participación de nuestras comunidades y respeto por el derecho internacional. Si lo que se busca es explotar recursos, que se presente en la mesa pública y que lo libremente discutamos —no en oficinas oscuras con acuerdos que nunca verán la luz.

El corazón de la resistencia es sencillo: memoria, dignidad, articulación. No somos plataforma de nadie. Somos pueblo valioso, con historia, con dolores y con certezas. Si el mundo decide mirar, que me oiga: no aceptaremos que nuestras venas vuelvan a abrirse por los avaros de siempre. Y si vienen, nos encontrarán organizados, con la palabra como trinchera y la cultura como escudo.

— Lucía de Fuego

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