Columna XXIII El arte como frontera libre

Desde el balcón de Lucía

NALAC me ha puesto frente a un espejo: no estoy sola. Cada conversación, cada mirada cómplice con mis compañeros de este fellowship me recuerda que no somos islas aisladas en medio del océano; somos archipiélagos que se tocan, que se extienden más allá de las aguas que los colonizadores quisieron encerrar.

Nuestros ancestros fueron nómadas. Caminaban la tierra sin pasaportes, sin aduanas, sin fronteras. Las fronteras las inventó el colonizador para controlarnos; para cortar nuestras rutas, separarnos y volvernos dependientes. Pero aquí estamos, siglos después, reconociéndonos en la misma lucha.

La batalla de hoy no se libra con cañones, sino con leyes, con recortes, con ese plan silencioso de los billonarios que sueñan con ser trillonarios quitándole cada dólar a quienes más lo necesitan. Es una guerra fría por poder y dinero. Y nosotros, los que trabajamos la cultura, somos los incómodos. Somos el presente que enfrenta al fascismo con la fuerza de la memoria, con la terquedad de la esperanza.

El arte es nuestro machete y también nuestro abrazo. El arte es frontera libre. Es el idioma que nos une, el fuego que no se puede apagar aunque quieran apagar presupuestos, cerrar espacios, desplazar comunidades enteras.

Aquí, entre colegas de distintas latitudes, confirmo algo que llevo conmigo desde mi tierra: este trabajo no es opcional; es urgente. Es una misión que se alimenta del amor profundo a lo que somos y del coraje de no dejar que nos borren.

Porque cada canción, cada mural, cada historia contada es una barricada. Y en esa barricada, aquí estoy. Aquí estamos.

One response to “Columna XXIII El arte como frontera libre”

  1. Brava amiga! Cuenta conmigo para dar la batalla con arte y palabra

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